El Universo tiene ciertas reglas. El fuego quema, el agua fluye, el planeta gira, la vida termina...
Para el común los mortales, esas reglas son inevitables, inamovibles, estáticas y constantes. Esa es la Realidad.
Los iniciados, sin embargo, han aprendido que si se cuenta con el entrenamiento, los conocimientos y el poder necesarios, esas reglas pueden llegar a ser dobladas, controladas, ignoradas e incluso cambiadas. La Realidad es mucho más maleable y subjetiva de lo que pareciera en un primer momento.
A la capacidad de manipular esa Realidad se le ha denominado Magia.
La Magia tiene sus costos, desde luego. Y el mayor y más peligroso de todos es la posibilidad de provocar un daño a la continuidad de la Realidad tan grande que ésta se "rasgue" y se colapse en sí misma, teniendo como consecuencia el fin del Universo como lo conocemos.
Es por eso que hace milenios los Maestros entre los iniciados establecieron el Concilio de los Sabios, una agrupación de individuos encargados de velar por la integridad y la conservación de la Realidad, de manera que la Magia sólo pueda ser usada por aquellos con el suficiente poder y sabiduría para usarla, pero también la suficiente entereza como para no abusar de ese poder. Generación tras generación, este Concilio ha sido lidereado por aquel que ha recibido el mandato de Archimagus, el más astuto, poderoso y sensato de todos.
Este individuo trasciende su existencia mortal y obtiene la omnisciencia: un entendimiento virtualmente perfecto de la forma en que opera la Realidad.
Por muchos eones, este sistema ha funcionado perfectamente. Afrontando todo tipo de peligrosos conflictos y amenazas, pero saliendo airosos al final de cada desafío.
Justamente uno de los problemas más cíclicos que enfrentan es el hecho de que observar por demasiado tiempo lo que existe más allá de la Realidad lleva a la pérdida total de la cordura. Es por eso que después de unos cuantos siglos de labor, el Archimagus inevitablemente termina siendo víctima de un destructivo brote de locura. Como consecuencia de ello, cada ciclo el Concilio se ve obligado a unir fuerzas y destruir a su otrora sabio y generoso líder.
Sin embargo, el desgarre de la Realidad causado por el antiguo Sabio tras su periodo de locura debe ser reparado, y el Concilio necesita con urgencia designar un sucesor digno.
Es por eso que cada miembro del Concilio se ve obligado a participar en el Magnus Certatio Sapientum, o a mandar a un representante en su lugar. El ganador de este torneo está destinado a convertirse en el próximo Archimagus, y tendrá como primer misión estabilizar los daños causados por su predecesor y restaurar el equilibrio al Universo.
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