En su definición más elemental, la crítica se trata de realizar un juicio con discernimiento. Es decir, con base y en búsqueda de la verdad. Etimológicamente, hay que recordar que deriva de la palabra criterio.
En cierto sentido, podemos decir que una buena crítica se podría considerar el opuesto a un prejuicio. Para poder criticar adecuadamente, necesitas comprender aquello criticado dentro de su contexto particular y dentro de los parámetros del medio observado. Y no se puede criticar aquello que no se conoce.
Por supuesto, una crítica no deja de ser un juicio de valor, y como tal siempre tendrá un cierto porcentaje de subjetividad. Esto en sí mismo no tiene nada de malo. La cuestión es qué tan honesto y transparente será el crítico al señalar qué partes de la crítica están basadas en la verdad objetiva y cuáles en su opinión personal particular. (Y desde mi perspectiva particular, un buen crítico no es aquel que se jacta de ser totalmente objetivo, sino el que acepta su subjetividad y fundamenta sus opiniones.)
En términos generales, existen dos tipos de críticas.
Está la Crítica Constructiva, o Crítica Positiva. Es aquella donde se están proponiendo soluciones a los problemas, defectos y carencias de lo que se está criticando. (Sin perder de vista que a veces el simple hecho de señalarlos al criticado cuando no los había visto antes, ya es un gran paso hacia su solución.) Algo muy importante de señalar es que no se debe confundir una crítica positiva con sólo decir cosas buenas y agradables de lo que se está criticando. La intención es ayudar al criticado a crecer y hacer algo mejor para la próxima, no sobarle el ego y enfatizar cuán perfecto y maravilloso es su trabajo. Y si lo más óptimo y productivo para el proyecto es hacerlo pedazos sin piedad alguna (pero con respeto, civilidad y la mayor objetividad posible), que así sea.
Por el otro lado, tenemos la Crítica Destructiva, o Crítica Negativa. Es aquella que se dirije a la persona (u organización), más que al objeto de la crítica en sí. Se basa en ataques personales, juicios de valor muy específicos ("esto no merece llamarse comida/literatura/película/juego de rol...") y generalizaciones. Busca encontrar culpables más que más que señalar los problemas específicos y mejorables de aquello que se está criticando. A veces, este tipo de críticas es muy divertido de leer, aunque en términos prácticos resulta casi inútil para el criticado. "Ok, no te caigo bien. ¿De qué me sirve saberlo para mejorar mi trabajo?" De nada, en realidad.
Al final de la historia, criticar es fácil. Lo difícil es criticar "bien". Y con "bien" me refiero a ofrecer una crítica concreta, basada en criterios específicos, dentro de su contexto adecuado, con mucha honestidad y disciplina, analizando y diseccionando, pero sin minimizar ni generalizar. Que acepte y señale su subjetividad, pero que también señale los aspectos objetivos criticados. ("Si no se puede medir, no se puede mejorar.")
Por supuesto, también está la cuestión de saber recibir la crítica. Habrá a quien todo lo que le digan le entre por un oído y le salga por el otro. O el que se ofenda si tu "crítica" no valida cada una de sus opiniones y preferencias. Incluso el que verdaderamente sólo esté cazando halagos y palabras bonitas. Pero eso ya es un tema bastante amplio y sobre el que no tiene demasiado caso extenderse aquí.
2 comentarios:
Se suele decir que haciendo críticas no se puede ser totalmente objetivo, solo ser subjetivamente honesto. Toda crítica es una interpretación personal, al fin y al cabo.
Exacto. Un juicio al fin y al cabo.
Justo por eso contrapongo la crítica a un prejuicio, porque lo ideal es que lo bases en un criterio claro y productivo, y no en una simple valoración de "me gusta" o "lo odio". (Que a fin de cuentas resultan igual de inútiles para el creador y para su público.)
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